domingo, 16 de diciembre de 2012

Anarquistas de República Dominicana del siglo XIX



FUE EN LA EXPEDICIÓN DEL FANITA DONDE MERCADO DESEMBARCÓ EN 1898 EN LA PLAYA DE MONTE CRISTI

Andrés Blanco Díaz
Santo Domingo
Para Víctor Manuel Lugo

En los últimos años de la década de 1880 cobraba fuerza el proyecto de construcción del Ferrocarril Central Dominicano que hiciera más rápida y económica la comunicación entre Santiago y Puerto Plata.


Uno de los casos más conocidos en cuanto a opiniones sobre el comunismo, el socialismo y el anarquismo en la República Dominicana, es el de Gregorio Luperon, quien se refiere al asunto en sus escritos y correspondencias.

Por ejemplo, en una carta que le envía al presidente Francisco Gregorio Billini el 20 de enero de 1885, le dice: “…la verdadera libertad de la Patria, de la democracia y de la prensa libre, no es ni puede ser, como no lo soy yo, ni lo seré nunca, partidario de los demagogos, del socialismo, del comunismo y de la anarquía, que se quieren fundar hoy en el país.” Otra carta, también enviada al presidente por Manuel J. Jiménez, hace referencia a los directores y redactores de “La República” y “El Propagandista”, acusándolos de sustentar ideologías cuyo fin era “establecer un nuevo orden de cosas sustituyendo el presente” y cuya esencia constituía “el cólera político”.

La posición del senador López

En 1911, el senador José Ramón López, representante de la provincia Pacificador, sometió al Congreso un “Proyecto de ley de patentes a las lecherías y a los tablajeros” que fue calificado por sus detractores como un “proyecto de reforma anarquista”. En la defensa publicada días des después en el “Listín Diario”, el autor de dicho proyecto hizo su defensa, escudado en el seudónimo de Pancho Acedera: “Pero hombre, ¡qué barbaridades se oyen en estos potreros!...

¿Anarquista?” Y más adelante amplió sus palabras: “Anarquista… Socialista sí es, pero no es socialista agresivo, sino socialista manso económico, que previene de peligrosos estertores del pueblo contra la desenfrenada especulación. El proyecto es el socialismo que ampara al pueblo respecto a los industriales, y a los industriales respecto a sí mismos.”

Manuel de Jesús Mercado

El 2 de junio de 1898 se produjo un desembarco en la playa de Monte Cristi cuya finalidad sacar del poder al presidente Ulises Heureaux.

Ese acto se conoce en la historia dominicana como la expedición del Fanita. Entre los que llegaron en aquella invasión había, por lo menos, un anarquista: Manuel de Jesús Mercado (don Chucho), quien fuera apresado y salvara la vida gracias a la intervención del general José Dolores Pichardo Betancourt. Y debe decirse, además, que el comandante del grupo, el general Agustín F. Morales, estaba muy enterado del accionar de los anarquistas dominicanos en Nueva York, con quienes intercambiaba ideas en las reuniones y conversaciones conspirativas que sostenían en la gran urbe; como también lo estaba el otro cabecilla, Juan Isidro Jimenes.

Los primeros datos que tenemos de Mercado son de 1874, en la reunión preparatoria de la Sociedad Amantes de la Luz. Este encuentro se realizó el 8 de febrero en la residencia de Manuel de Js.

de Peña y Reinoso, en la calle de Traslamar, y participaron, además: Juan Francisco Sánchez, José Joaquín Hungría, Juan Antonio García, Aurelio de Jesús Tavares, Silvestre Guzmán, Alejandro Woss y Gil, Manuel de J. Curiel, Marcos Moreno y Manuel de Jesús Mercado. Ese día fue elegida una comisión redactora del Reglamento de la sociedad, compuesta por Hungría, Woss y Gil y Mercado.

El motivo de la agrupación era, según su presidente Peña y Reinoso, “hacer efectiva la propagación de la luz en la provincia”.

El 24 de mayo de 1874 se reunieron para establecer el primer bufete directivo, y decidieron crear una bibliotec.

El 4 de junio dejaron fundada la sociedad, en la calle del Sol esquina San Luis. En la reunión del 4 de julio aparece Mercado como tesorero ad hoc, y el 13 de septiembre estuvo entre los que dieron apertura a la primera biblioteca pública del país.

Para octubre era secretario, mes en que los socios decidieron crear comisiones que se repartieran por la ciudad de Santiago propagando las ideas de la sociedad y haciendo colectas de fondos para la adquisición de libros para la biblioteca. A Mercado le correspondió formar parte de la comisión que accionaría en la banda sur de la población. También tuvo esa comisión el encargo de seleccionar las obras que se pedirían al extranjero. El 10 de diciembre fue electo secretario.

Otros datos de Mercado

De Manuel de J. Mercado puede decirse, además, que participó en algunos de los movimientos sociales de la década de 1870, al lado de Peña y Reinoso, quien se refería a él como “hijo espiritual mío”. También en la administración del periódico El Eco del Yaque, en 1875, y como cuando ambos estaban exiliados en Santiago de Cuba y fungía como administrador del proyecto de su mentor y guía: “Revista Literaria Dominicense”, en 1894. Residía entonces en la calle San Carlos No.

6 altos de aquella ciudad. En marzo del año anterior, Mercado había participado en la Revolución de los Bimbines, haciendo causa común con Gregorio Luperón, Ignacio María González, Horacio Vásquez, Eugenio Deschamps, Agustín F. Morales, Casimiro N. de Moya, Juan Vicente Flores y Pablo Eliseo López, entre otros.

Nuestro personaje aparece entre los firmantes de la carta del 29 de agosto de 1884 que un grupo de munícipes santiagueros dirigiera al gobernador eclesiástico de la República Dominicana, Mons. Fernando A. de Meriño. Solicitan el nombramiento de Francisco Xavier Billini como cura de la parroquia del Carmen de Santiago, por la muerte de Miguel Quesada. Otros signatarios eran José Manuel Glas, Eugenio Deschamps, Genaro Pérez, Teodoro Gómez y Lorenzo J. Perelló hijo (Puchulo).

Mercado sufrió la represión de la dictadura de su compadre Ulises Heureaux.

Su nombre aparece entre los presos políticos enumerados por Abelardo A. Moscoso en el documento “Los crímenes de Ulises Heureaux o lo que cuesta este pacificador a Santo Domingo”. En tal virtud, guardó prisión en una de las celdas de la Torre del Homenaje. Entre los cientos de nombres que figuran en dicho documento se encuentran muchos de los que integraron el grupo de la famosa juventud del 86: José R.

López, Juan Vicente Flores, Ricardo Limardo, Elizardo Guerrero, Carlos Reynoso, José Eugenio Kunhardt y Agustín F. Morales.

En los últimos años de la década de 1880 cobraba fuerza el proyecto de construcción del Ferrocarril Central Dominicano que hiciera más rápida y económica la comunicación entre Santiago y el Distrito Marítimo de Puerto Plata. En la primera de estas dos ciudades fue creado un comité de apoyo cuyos miembros eran José Dolores Pichardo B., Juan Antonio García, Nicolás Vega, Augusto Espaillat, Ulises Franco Bidó, José Manuel Glas y Manuel de Jesús Mercado.

Otras noticias nos permiten ubicarlo como presidente del Ayuntamiento Municipal de Santiago, en alguna ocasión.

Moscoso y Mercado

Con respecto a la inclusión de Mercado entre los anarquistas dominicanos del siglo XIX, debo remitirme al artículo “¡Mil puñales!”, escrito por Max Henríquez Ureña y publicado en su columna “Desde mi butaca” del “Listín Diario”, el 9 de junio de 1967, bajo el seudónimo de Hatuey. En dicho artículo el autor refiere la participación de Mercado y de Abelardo A. Moscoso en un acto público de los anarquistas, en Nueva York, en el cual se manifiesta el respaldo a la lucha de los exiliados dominicanos contra la dictadura de Lilís. Ese mitin fue presidido por la más importante de las anarquistas en los Estados Unidos: Emma Goldman, contó con una gran asistencia y se celebró en la calle 14. Moscoso y Mercado fueron presentados por el presidente del acto, así: “Nos acompañan esta noche dos compañeros anarquistas de la República Dominicana, que hoy sufre el azote de una de las tiranías más abominables del mundo”. La presencia de los dos dominicanos, quienes ocuparon el sitio de honor, fue celebrada con atronadores aplausos cuando ambos se pusieron de pie, en el centro del escenario.

Una tarea pendiente es determinar si Mercado participó en el acto público con que los anarquistas de Nueva York celebraron la muerte del primer ministro español, Antonio Cánovas del Castillo, a manos del anarquista Michele Angiolillo.

Volveremos a retomar y abundar sobre este asunto cuando tratemos de Abelardo A. Moscoso. Poco tiempo después de aquel encuentro fue que Mercado participó en la ya mencionada expedición del Fanita, En 1907, Mercado vivía en 1907 en la calle La Barranca de su pueblo natal, y falleció en su residencia, el 3 de febrero de 1910.

INFLUENCIA DEL ANAQUISMO

Durante la segunda mitad del siglo XIX y los primeros años del siglo XX, la corriente de pensamiento político del anarquismo tuvo una participación muy   activa en el mundo y, en especial, en muchos lugares del continente americano.

En el caso de la República Dominicana, se sabe que algunos de sus pensadores, escritores y hombres públicos tenían conocimiento de la existencia de esa corriente política, así como de las ideas socialistas y comunistas, debido a los contactos con libros, revistas, periódicos y personas llegadas principalmente de Europa; o a que habían estado allá durante la efervescencia de aquellas luchas ideológicas; casos de Rodríguez Objío y Gregorio Luperón.

Son dos razones por las cuales esos dominicanos solían hacer críticas y comentarios contra quienes eran partidarios del socialismo, del comunismo y del anarquismo; y lo manifestaban en sus escritos y en sus cartas.

HISTORIA DEL MOVIMIENTO SINDICAL DOMINICANO





MOVIMIENTO OBRERO DOMINICANO: CIEN AÑOS DE HISTORIA

(Guión para Exposición Fotográfica sobre el Movimiento Obrero Dominicano, en Feria del Libro Internacional, 24 de abril de 2008. Texto preparado por Alejandro Paulno Ramos, para el Archivo General de la Nación utilizando como fuentes: Movimiento Obrero y Lucha Socialista, por Roberto Cassá, Historia del Movimiento Sindical Dominicano, por Julio de Peña Valdez y Las Ideas Marxistas en República Dominicana, por Alejandro Paulino Ramos)


PRESENTACIÓN:

Cumpliendo con el objetivo de difundir los documentos, informaciones y escritos atesorados en nuestros depósitos, el Archivo General de la Nación presenta la exposición sobre el Movimiento Obrero Dominicano, con la que pretendemos explicar a través de imágenes poco conocidas, la historia del proceso de formación de la clase obrera dominicana.

Como se podrá apreciar en las cuarenta y cinco imágenes puestas en exposición, el surgimiento del movimiento obrero dominicano, solo fue posible a partir de los cambios económicos y tecnológicos acontecidos durante el último cuarto del siglo XIX. En el largo período que va desde el descubrimiento y colonización de la Isla de Santo Domingo hasta el inicio de la Primera República en 1844, en la formación social dominicana prevalecieron modalidades atrasadas y precapitalistas. Mientras Europa y Norteamérica conocían el capitalismo mercantil e industrial, la República Dominicana se retrotraía a una economía agro exportadora, que tenía sus más importantes centros de producción en las zonas tabaqueras de la región del Cibao y en el corte de madera de la región Sur del país.

Siendo la producción nacional fundamentalmente agraria, la población se concentraba en la zona rural, mientras que el Estado y la precaria vida urbana, vegetaban a expensa del campo. La manufactura estaba relacionada principalmente con la producción y tratamiento del tabaco y elaboración de cigarros. Esta situación comenzó a revertirse a partir del proceso de inversión de capitales provenientes de Cuba y de otras latitudes y la fundación de decenas de ingenios y centrales azucareros, además de una variada manufactura que iba desde fábricas de jabón, de cigarrillos, aserraderos de vapor, velas, refrescos, cervezas y fideo. Estos cambios dieron origen al comienzo del capitalismo, al nacimiento de la clase trabajadora, la proletarización del campesinado dominicano y al auge de la vida urbana. Pero debido a la resistencia del campesinado a insertarse en el proceso de industrialización, se hizo necesario la importación de braceros provenientes de las Antillas, quienes aportaron sus experiencias laborales, nuevas ideas y culturas nunca antes conocidas en Santo Domingo: gremialismo, sociedades mutualistas, huelgas y los indicios de ideologías que iban más allá de reivindicaciones laborales.

Iniciado el siglo XX los trabajadores fueron utilizados por los políticos caudillistas, pero con la ocupación militar de 1916 y hasta 1930, cuando Rafael L. Trujillo tomó el control del Estado dominicano, fueron de importancia la profundización de la producción industrial, el aumento de sector obrero, la lucha nacionalista y la sindicalización de la clase obrera, surgiendo en 1920 la Confederación Dominicana del Trabajo y la aparición de organizaciones marxistas vinculadas a la clase obrera, como fue la Asociación.........AISOC EN 1929.

Aún en el marco de una terrible dictadura que se prolongó por treinta años (1930-1961), los trabajadores se expresaron en la protesta social, realizaron huelgas triunfantes en el sector azucarero y enfrentaron políticamente la represión oficial y el control sindical de los funcionarios del régimen. Públicamente, dirigentes obreros marxistas expresaron su ideología, dirigieron las luchas de los trabajadores, conocieron las cárceles, el exilio y la muerte.


Finalizada la dictadura en 1961, se abrió un breve espacio de libertad política resurgiendo un movimiento obrero que rechazaba el obrerismo oficial, participaba en las protestas sociales y políticas, y buscaba la diferenciación con los sindicatos y centrales obreras formadas y controladas por intereses foráneos, partidos conservadores, y grupos patronales. La Revolución de Abril de 1965 consolidó el liderazgo sindical revolucionario y terminada la guerra civil el proceso dio paso a la unificación del movimiento y al surgimiento de organizaciones obreras revolucionarias.

Es el interés del Archivo General de la Nación, en el esfuerzo de recuperación de la memoria histórica del pueblo dominicano, presentar esta exposición sobre el Movimiento Obrero Dominicano, como homenaje a todos los que entregaron sus vidas en las luchas por la libertad, la democracia y los intereses de los desposeídos de la República Dominicana.

SINTESIS HISTÓRICA:

1.
La formación de la clase trabajadora dominicana se inserta en el crecimiento de actividades agroexportadoras que dieron lugar al desarrollo de sectores capitalistas. Dentro de la misma sobresalió desde los años 80 del siglo XIX, el sector azucarero, sin que dejara de existir el pequeño campesinado parcelario. En el sector manufacturero sobresalieron las tabaquerías, licorerías, aserraderos, zapaterías, fábricas de hielo, chocolaterías, panaderías y otras no menos importantes.

2.
En el último cuarto del siglo XIX surgieron contingentes significativos de obreros y artesanos en ramas como la albañilería y la carpintería, trabajadores portuarios, ferrocarrileros, trabajadores de empresas comerciales y jornaleros de carreteras. Los requerimientos de comunicaciones internas del país se plasmaron en la construcción de redes ferroviarias, relacionadas en la región del Cibao con el transporte de pasajeros y productos agrícolas; y en la región Sur con las plantaciones azucareras.

3.
La inserción al trabajo asalariado pasó a tener por objetivo el acceso a la moneda como medio de adquisición de bienes provenientes del exterior, internamente, o de la vida urbana. Pero la renuncia del campesinado dominicano a proletarizarse y el requerimiento de una mayor cantidad de mano de obra, motivaron la importación de braceros desde las Antillas Menores, los que fueron integrados principalmente a la industria azucarera.

4.
Con la conformación de los agrupamientos de trabajadores urbanos, antes de finalizar el siglo XIX aparecieron las primeras organizaciones gremiales: las sociedades de ayuda mutua y caritativas perseguían la protección colectivas de los afiliados, cubrían los gastos médicos de los enfermos y se preocupaban por la educación de sus miembros, disponiendo centros formativos como la Escuela Nocturna de Obreros, Academia de Artesanos, y bibliotecas para obreros, las cuales fueron notorias por mucho tiempo.

5.
Los gremios de trabajadores comenzaron a constituirse en la última década del siglo XIX. Surgieron gremios de carpinteros, carreteros, tipógrafos, cocheros, cigarreros, ebanistas y de obreros portuarios. Algunos de ellos se vincularon a la primera oleada de huelgas de la historia dominicana, acontecida en la primera mitad de la década de 1890.

6.
La primera apertura del movimiento obrero dominicano hacia la sociedad nacional, se produjo a raíz del a liquidación de Lilís en 1899. Al ser asesinado el tirano, la libertad política estimuló la acción de los núcleos que propugnaban por la creación de una organización obrera. Esta organización fue constituida en noviembre de 1899, en un mitin celebrado en el patio del Colegio San Luis Gonzaga y se llamó Liga de Obreros y Artesanos.

7.
La Liga de Obreros y Artesanos denunció en su propaganda al sistema capitalista, al liberalismo como instrumento de las clases burguesas y a la democracia como el ropaje de un nuevo feudalismo. Proclamó la redención del obrero. Por primera vez en la historia dominicana una organización asumía públicamente objetivos socialistas.

8.
A partir del resurgimiento del caudillismo (1901-1915), los trabajadores redujeron sus actividades al gremialismo, clubes, asociaciones caritativas y al mutualismo. La vida política se retrotrajo al debate entre las facciones caudillistas aspirantes al poder. Los conflictos sociales fueron escasos y de reducidas repercusiones. Los gremios, a lo más vegetaban y se disolvían en la práctica. Esta situación comenzó a cambiar a partir de 1915.

9.
Después de 1915, con el inicio de la Primera Guerra Mundial y los altos precios en el mercado mundial, se dio un impulso a la modernización tecnológica, especialmente en la industria azucarera y al crecimiento cuantitativo de la clase trabajadora: el movimiento obrero comenzó a recuperarse y los cocolos y los trabajadores haitianos se hicieron imprescindibles en la producción azucarera. Nuevas oleadas de huelgas y protestas fueron resultado del auge económico y de las luchas contra la ocupación militar norteamericana (1916-1924).

10.
Nuevas oleadas de huelgas y protestas fueron resultado del auge económico y de las luchas contra la ocupación militar norteamericana. Resurgieron los gremios y su lucha por la disminución del horario de trabajo, el pago de salarios atrasados, el interés en desplazar de las fábricas a los obreros extranjeros. Durante la ocupación militar, fueron notorias las huelgas de cigarrilleros, panaderos, muelleros y la del ingenio Consuelo de San Pedro de Macorís.

11.
En mayo de 1920 quedó constituida la Confederación Dominicana del Trabajo, por resolución del Primer Congreso Nacional de Obreros, integrado por delegaciones obreras de San Pedro de Macorís, La Romana, Sánchez, Baní, Boca de Nagua, Azua, Barahona, Samaná y La Vega.

12
Otro sector obrero, integrado a la Hermandad Comunal Nacionalista, realizó un Congreso en la ciudad de Sánchez y estableció su sede en Puerto Plata. Esta organización, encabezada por Eugenio Kunhardt, era de tendencia contraria a la que organizó la Confederación Dominicana del Trabajo, pero la vocación nacionalista de los trabajadores se expresó a través de la Unión Nacional Dominicana y de las Juntas Nacionalistas.

14.
En abril de 1924 se desató un conflicto entre panaderos y propietarios de panaderías, a causa de la decisión de los últimos de elaborar cinco piezas de pan en vez de cuatro, por cada libra de harina. Se aumentaba así la labor, mientras el salario se mantenía congelado. Muchos de los panaderos en huelga fueron cancelados. Para evitar ser sustituidos por panaderos traídos desde Santiago, los de Santo Domingo efectuaron mítines y colocaron piquetes frente a las panaderías y en la carretera a Santiago.

15.
Durante el período de gobierno de Horacio Vásquez (1924-1930), el movimiento obrero ser retrotrajo a una posición marginal en la vida nacional. Disminuyeron los conflictos sociales, aumentó el desempleo y los bajos salarios impactaron la clase obrera. En enero de 1928 se instituyó la Asamblea General Obrera, la que sustituyó al Comité Ejecutivo de la Confederación Dominicana del Trabajo. Fue celebrado en Santiago, el 12 de octubre de ese año, el Cuarto Congreso de la Confederación Dominicana del Trabajo. Fue significativo en el período la organización, en 1929, de la Asociación de Instrucción y Socorro de Obreros y Campesinos (AISOC), vinculada a propósitos socialistas.

16.
La crisis mundial de la economía comenzó a dejarse sentir en 1929, a la vez que el gobierno de Horacio Vásquez comenzaba a deteriorarse afectado por la corrupción administrativa y los conflictos internos en su partido. Ese deterioro comenzó a facilitar el acercamiento de los obreros a las ideas socialistas, agudizaba los conflictos sociales y motivaba las tentativas de organizar estructuras animadas por programas socialistas. Fue significativa en ese sentido, la organización en 1929 de la Asociación de Instrucción y Socorro de Obreros y Campesinos (AISOC).

17.
El derrocamiento del presidente Horacio Vásquez en febrero de 1930 y el inicio de la dictadura de Rafael L. Trujillo, se dio en el marco de una importante crisis económica que tenía relación con la crisis mundial de la economía, con el pago de los empréstitos externos, presión sobre el circulante monetario, la disminución de los precios de exportación y los efectos devastadores del Ciclón San Zenón. En el período, el obrerismo se colocó de manera visible al lado del dictador y los líderes de la Confederación Dominicana del Trabajo se integraron a la dictadura.

18.
La dictadura de Trujillo permitió y promovió la organización obrera a cambio del apoyo y la integración de los dirigentes de la Confederación Dominicana del Trabajo. Los lideres obreros, ahora controlados y al servicio del régimen, reorganizaron numerosos gremios y se crearon otras entidades. Se formaron nuevas federaciones y se celebró el congreso de la Federación Local de Santo Domingo. Con el tiempo, la CDT fue quedando en la inactividad, aunque terminando la década se dejó sentir la reactivación del movimiento.

19.
A principio de los años cuarenta había comenzado a germinar el propósito de constituir una organización revolucionaria contraria a la dictadura. Fue fundado en 1941 el Partido Democrático Revolucionario Dominicano (PDRD). La consolidación de esa organización y el surgimiento de sindicatos obreros con líderes de ideas que se acercaban al socialismo, fue motivado por la influencia del exilio español que había comenzado a llegar al país al finalizar la Guerra Civil Española.

20.
El país vivió en los años cuarenta un auge industrial, matizado por el interés del dictador en concentrar las principales empresas industriales radicadas en la República Dominicana, como eran la Compañía de Teléfonos, la Compañía Eléctrica y los Centrales azucareros, lo que facilitó las luchas de los obreros del sector azucarero de la región Este.

21..
Vinculada al Partido Democrático Revolucionario Dominicano, surgió en 1944 la Juventud Revolucionaria, que luego dio paso a la Juventud Democrática. El fin de la Segunda Guerra Mundial facilitó, en el marco de una “democracia” restringida en el interés de la dictadura, la participación política disidente del gobierno y el auge del movimiento de los trabajadores.

22.
En julio de 1943, el régimen de Trujillo decidió revivir la Confederación Dominicana del Trabajo y convocar el Quinto Congreso Nacional Obrero, siendo celebrado en febrero de 1944. El gobierno decretó la obligatoriedad de organización de todos los gremios y federaciones en la CDT, a fin de que no se desubicasen respecto a las directrices del gobierno y se reforzó el procedimiento de celebrar oficialmente el primero de mayo como Día del Trabajo

23..
Las actividades del Partido Democrático Revolucionario Dominicano y el proselitismo de líderes gremiales con ideas socialistas, van a incidir en la reformulación del movimiento obrero, con intereses disímiles a los promovidos por el gobierno y los funcionarios de Trujillo. San Pedro de Macorís y La Romana se constituyeron en las zonas donde los trabajadores despertaban del letargo a que estaban sometidos y la Federación Local del Trabajo de Macorís en la organización obrera, de orientación izquierdista, que dirigió las luchas.

24.
Mauricio Báez, dirigente de la Federación Local del Trabajo de Macorís, fue el líder obrero más importante de la década del cuarenta. El dirigente macorisano aprovechó la apertura engañosa del régimen para, desde el periódico El Combate y luego desde El Federado, promover e impulsar la lucha de los trabajadores de la región Este. Mauricio Báez fue integrante del PDRD y luego del Partido Socialista Popular, la primera organización socialista de la República Dominicana.

25.
Siendo la ciudad de La Romana el lugar donde se encontraba el central azucarero más importante de la República Dominicana (el Central Romana) y debido, en cierta forma, a la influencia sindical proveniente del cercano San Pedro de Macorís, quedó constituida en esa localidad la Federación Local de La Romana. En enero de 1942 la Federación encabezó la huelga en el sector azucarero, la primera organizada en ese sector desde 1931. Aunque la huelga fracasó, fue el detonante que electrizó el movimiento obrero de la región oriental.

26.
La principal figura de la Federación Local de La Romana, fue Hernando (Nando) Hernández, líder obrero de ideas socialistas, conocido por su humanitarismo y quien había sido dirigente del Partido Nacionalista. Era estrictamente un obrero asalariado que vivía entre los obreros y los ayudaba con sus escasos recursos, en ocasiones de enfermedades y situaciones difíciles.

27.
Al finalizar el año 1945 la situación en el Este era de efervescencia y las empresas se negaban a elevar los salarios de los trabajadores. El salario normal de un obrero oscilaba entre 60 y 65 centavos por jornada de 12 horas de trabajo, mientras el picador de caña recibía 34 centavos por tonelada.

28.
La huelga azucarera de enero de 1946 estuvo condicionada por la independencia con que el liderazgo encabezado por Mauricio Báez y Hernando Hernández habían actuado frente al régimen y los intereses azucareros de la región oriental. Las reivindicaciones principales fueron el alza salarial y la disminución de la jornada de trabajo de doce a ocho horas. En la jornada se paralizaron todas las actividades mercantiles y azucareras del Este.

29.
El triunfo de la huelga azucarera de 1946 produjo la reactivación del movimiento sindical en toda la región Este, viéndose el gobierno de Trujillo en la necesidad de disponer la regulación oficial de las huelgas y adoptar medidas preventivas que tendieran a evitar ese tipo de acontecimiento laboral. Se inició además un proceso de control de los gremios a través de la Confederación Dominicana del Trabajo. Se inició un plan encabezado por la dirigencia de la CDT para desprestigiar el movimiento y a Mauricio Báez, quien se vio obligado a exiliarse en Cuba.

30.
Después del triunfo de la huelga azucarera, el gobierno negoció con la Confederación de Trabajadores de Cuba, para organizar en Santo Domingo el Sexto Congreso Obrero Nacional celebrado entre los días 24 y 28 de septiembre de 1946. El Congreso se caracterizó por las exigencias de mejorías sustanciales para los trabajadores. En todas las actividades fue notoria la participación de Mauricio Báez, quien había regresado al país, y del sindicalista Justino José del Orbe.

31.
El acuerdo de Trujillo con el Partido Socialista Cubano, incluyó el compromiso de permitir el ingreso de los exiliados contrarios a su gobierno y las actividades legales del Partido Socialista Popular, constituido en agosto de 1946. Varios de los líderes sindicales pasaron a formar parte de esta organización socialista, entre ellos Justino José del Orbe y Mauricio Báez.

32.
Dos meses después de la celebración del Sexto Congreso Obrero Nacional, se orquestó un plan tendente a expulsar del Comité Ejecutivo de la Confederación Dominicana del Trabajo a los dirigentes revolucionarios, aislar los gremios más radicales y neutralizar a los vacilantes. Los trujillistas recuperaron el control del movimiento sindical y aunque los revolucionarios formaron la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros (FNTA), que resistió la presión oficial y encabezó la lucha reivindicativa en 1947, Mauricio Báez y varios líderes socialistas abandonaron el país.

33.
El 26 de octubre de 1947 se inició el fin de la “apertura seudo democrática” que permitió la participación política de la izquierda y el avance del movimiento sindical dominicano, haciéndose casi imposible la supervivencia de un movimiento revolucionario significativo. A partir de 1950 y hasta la muerte del dictador Trujillo en 1961, el movimiento obrero entró en una etapa que sólo será rebasada con el fin de la dictadura, la desintegración de la Confederación Dominicana del Trabajo y el nacimiento de organizaciones obreras revolucionarias.

34.
El Frente Obrero Unido Pro Sindicatos Autónomos (FOUPSA) surgió el 17 de septiembre de 1961. Organizó sindicatos y dirigió las primeras huelgas y protestas tras la caída de Trujillo. En 1962 contaba con más de cien sindicatos afiliados en todo el país, que luchaban por aumento general de salario, mejores condiciones de trabajo y la destitución de los funcionarios trujillistas. En su inicio FOUPSA estuvo influenciada por la Unión Cívica Nacional y sectores extranjeros.

35.
En diciembre de 1961, FOUPSA, unida a otras organizaciones políticas y sindicales, paralizó el país con una huelga general que tuvo por objetivo principal la salida del gobierno de los funcionarios, remanentes de la dictadura de Trujillo. La huelga fue financiada por sectores externos al movimiento, especialmente por la Unión Cívica Nacional. El período posterior a la muerte de Trujillo se caracterizó por el auge de la lucha popular y sindical y fueron de trascendencia política el derrocamiento del Gobierno del Profesor Juan Bosch (1963) y la guerrilla de Manolo Tavares Justo en las montañas dominicanas.

36.
Terminado el proceso de “destrujillización” de la sociedad dominicana y hasta 1965, FOUPSA profundizó su lucha reivindicativa, pero fue divida a partir de intereses políticos no obreros. Los “cívicos” formaron la Confederación Nacional de Trabajadores Libres (CONATRAL), vinculada a la AFLCIO-ORIT y los “Social Cristianos” fundaron la Confederación de Sindicatos Cristianos (CASC), mientras que el Partido Revolucionario Dominicano formó la Confederación Sindical de Trabajadores Dominicanos (CESITRADO). Las Izquierdas, por su parte, crearon la Unión de Trabajadores Sindicalizados (LA UNIÓN).

37
El 20 de junio de 1964 se constituyó la Federación Nacional de Transporte Dominicano (FENATRADO) y en el mes de agosto de ese año se realizó la huelga de trabajadores contra el decreto del gobierno del Triunvirato que duplicaba las cuotas obligatorias de los trabajadores al Instituto Dominicano de Seguro Social (IDSS). La huelga fue organizada por la Confederación Autónoma de Sindicatos Cristianos (CASC) y Unión Nacional de Choferes Sindicalizados Independientes (UNACHOSIN), con el apoyo de la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED).

38.
En la Zona Constitucionalista, durante la Revolución de Abril de 1965, fue celebrado, el 6 y 7 de marzo, el Congreso de Unidad, patrocinado por el Sindicato Unido de La Romana y POASI, acordándose reforzar el movimiento sindical a través de la integración en FOUPSA-CESITRADO. Con la unidad de estas organizaciones la izquierda tomaba el control del movimiento sindical, contrario a las organizaciones financiadas por los patronos, sectores sindicales y políticos antinacionales.

39.
En 1966, con la salida de las tropas norteamericanas y la inauguración del período de gobierno del doctor Joaquín Balaguer (1966-1978), el movimiento sindical vinculado a la CASC y a FOUPSA-CESITRADO fue sometido a una violenta persecución política y policial. La austeridad económica se impuso y la libertad sindical se restringió considerablemente. El clima represivo no impidió la huelga nacional de transportistas del 27 al 29 de agosto de 1969. Los principales dirigentes sindicales fueron encarcelados, expulsados del país y algunos asesinados. El doctor Guido Gil, asesor de los obreros del Central Romana, fue desaparecido para siempre en enero de 1967.

40.
La represión sindical y el clima político imperante favorecieron la unidad sindical. Una tendencia que se identificaba con los Comités Revolucionarios Camilo Torres dentro de la CASC, dirigida por el sindicalista Francisco Antonio Santos y la dirección de FOUPSA, decidieron fundar la Central General de Trabajadores (C.G.T), decisión tomada en asamblea nacional celebrada en Santiago, el 30 de enero de 1972. La constitución se efectuó durante el V Congreso de la Confederación Autónoma de Sindicatos Cristianos, (CASC), del 4 al 6 de febrero de 1972.

41.
El 1 de mayo de 1970, la represión política contra los opositores provocó la unidad del movimiento sindical y la realización de multitudinarias movilizaciones de los trabajadores de todo el país. Ese día, los obreros se manifestaron públicamente en un masivo mitin en el que participaron el Colegio Dominicano de Ingenieros y Agrimensores (CODIA), la Federación de Ligas Agrarias Cristianas (FEDELAC), la Unión Nacional de Chóferes Sindicalizados Independientes (UNACHOSIN), el Frente Obrero Pro Sindicatos Autónomos-Confederación Sindical de Trabajadores Dominicanos (FOUPSA-CESITRADO) y la Confederación de Sindicatos Cristianos (CASC).

42.
Con la formación de la Central General de Trabajadores (CGT), concluyeron los esfuerzos unitarios verificados a partir del fin de la dictadura de Trujillo. Al finalizar el “Gobierno de los Doce Años” del doctor Balaguer y con la llegada del Partido Revolucionario Dominicana a la dirección del gobierno dominicano (1978), el movimiento sindical entró en una fase de definición y formación de nuevas organizaciones sindicales, destacándose la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), la Unión General de Trabajadores Dominicanos (UGTD) y el Consejo de la Unidad Sindical (CNUS).

43.
Los estudiosos del Movimiento Obrero Dominicano tienen, en la Hemeroteca y Biblioteca del Archivo General de la Nación, así como en los fondos documentales de que somos guardianes, la oportunidad de profundizar en el conocimiento de la historia de la Clase Trabajadora Dominicana. Para la elaboración de los textos presentados en esta exposición fueron consultados en los fondos del AGN, los textos: Roberto Cassá, Movimiento obrero y lucha socialista en la República Dominicana (1990), Manuel de Jesús Pozo, “Historia del movimiento obrero dominicano 1900-1930”; Realidad Contemporánea (1976), Rafael Calderón, “Movimiento obrero dominicano 1930-1962”, Realidad Contemporánea (1976); Justino José del Orbe, Mauricio Báez y la clase obrera (1981) y Julio de Peña Valdez, El Movimiento Sindical Dominicano (1987). También las revistas Renacimiento (1920), Blanco y Negro (1924), Cromos (1928), El Gráfico (1928), la revista ¡Ahora! y los periódicos La Opinión (1929-1930), El Caribe (1964), El Nacional (1970) y La Noticia (1967).

Ayití y los Anarquistas




Breve artículo sobre la importancia de la crisis haitiana para el resto de América Latina: por una parte, por la enorme tradición libertaria y de lucha de un pueblo que, con hondas raíces en los esclavos cimarrones, derrotó el colonialismo esclavista; a la vez, por el hecho de que Haití sea como un auténtico espejo "deformado", donde se exageran todos los elementos que componen la estructura socio-política de América Latina; y por otra, su rol como barómetro del imperialismo en nuestro continente. 

Haití refleja una nueva modalidad de acción del imperialismo en la cual los Estados títeres sudamericanos son utilizados como ejércitos mercenarios para cumplir los designios de Washington, dando una apariencia multipolar a una intervención unipolar. Pero a la vez, este rol activo, dinámico, dentro de la "estabilización" regional es sintomático de la emergencia de nuevos actores que muestran una pérdida en la hegemonía yanqui y que tienen, también, sus propios intereses de por medio.
Cartel de OCL, 30 de Septiembre del 2005
Cartel de OCL, 30 de Septiembre del 2005

AYITí Y LOS ANARQUISTAS


En la mitad occidental de una pequeña isla caribeña, hay un país llamado Haití. Este país está poblado por más de 8 millones de personas que sobreviven en las condiciones más espantosas de pobreza, explotación y opresión que se puedan encontrar en todo el hemisferio. Ayití más que un sencillo país, pareciera ser mas bien un símbolo de resistencia: es la primera república negra del mundo, además de ser la primera república latinoamericana, fruto de la única rebelión exitosa de esclavos en la historia, y consecuentemente, fue el primer país en abolir la esclavitud de manera efectiva. Esa herencia rebelde se hace sentir hoy en el movimiento popular de base, tanto en el campo como en las ciudades. Pero no es sólo eso, sino también un símbolo de la opresión: es el país que ha sufrido más cantidad de intervenciones imperialistas en América Latina, su estructura social y económica es un ejemplo extremo de la deformación que padecen nuestros países a causa de las relaciones de dependencia y del imperialismo y en su historia abundan las ocupaciones extranjeras así como también sangrientos dictadores.

Haití es un país donde, hasta donde sabemos, no ha habido jamás una presencia anarquista orgánica. Y sin embargo, Ayití presenta uno de los movimientos populares más “libertarios” de toda América Latina, con organizaciones de base donde la democracia directa se ha practicado desde siempre, y posee una serie de condiciones y características que hacen a su pueblo extremadamente sensible a un tipo de discurso libertario.

Esto no es un hecho nuevo, sino que arranca de su mismísima historia: desde los albores de la guerra de independencia (1791-1804), cuadrillas de esclavos cimarrones se enfrentaron en una abierta oposición al caporalismo agrario de los líderes revolucionarios. Estos ex-esclavos, estos campesinos, se percataban de la contradicción irreductible entre su añorada liberación y el régimen de trabajo forzado. Pero no sólo eso: ellos estaban dispuestos a conseguir la liberación a toda costa y se oponían enconadamente a un régimen de trabajo que se les escapara de su control directo. Esta oposición a las distintas formas de arrebatarles el control sobre sus propios asuntos, ha aparecido una y otra vez en la historia, en diversos momentos de crisis y agudización del conflicto social, como por ejemplo, durante la ocupación yanqui de 1915-1934. Cuestiones fundamentales de la revolución se plantearon con mucha mayor radicalidad en Ayití que en la misma Revolución Francesa.

El espejo haitiano


Pese a las condiciones absolutamente excepcionales del parto de Haití, la nación caribeña no supo escapar del mismo cruel destino de dependencia y dominación que hermana a todas las repúblicas al sur del río Bravo. Lo único que quizás le hace especial en el concierto latinoamericano, es que funciona como un auténtico espejo para el resto: todo lo malo que ocurre en América Latina, ocurre diez veces de peor manera en Haití. Allí se han exacerbado al máximo las estructuras de dependencia económica, siendo un país absolutamente deformado en su sistema económico, así como también las estructuras gorilas de dominacion política y la virtual institucionalización del intervencionismo imperialista. Es un lugar donde muchos de los fenómenos de explotación, opresión y de intervención no tienen siquiera la necesidad de aparecer de forma velada como en muchos de nuestros países: allí aparecen en toda su desnuda brutalidad. Por ello, estudiar la historia de la crisis haitiana es estudiar, de una u otra manera, la historia de toda América Latina.

El presente Golpe gorila desatado en febrero del 2004, con la consecuente ocupación militar y política de Ayití a cargo de una misión de la ONU es una prueba de ello. La invasión ha tenido un rol estratégico, en términos de plantear una nueva pauta para la dominación imperialista sobre la región. Hasta hace poco, el imperialismo se había limitado a usar sus burguesías nacionales aliadas y sus mercenarios, limitándose el rol de otros países (principlamente vecinos) a albergar o servir de base de apoyo para incursiones terroristas de los mercenarios –tal cosa ocurrió también durante la crisis de febrero del 2004, cuando la insurrección para desestabilizar a Aristide es lanzada desde República Dominicana, con un ejército mercenario financiado y entrenado por la CIA. Pero hoy por vez primera en la historia, los países latinoamericanos han tomado un rol activo dentro de la ocupación, enviando sus ejércitos, bajo la fachada de una intervención “humanitaria” -como en todas las intervenciones imperialistas, no se espere a que reconozcan abiertamente sus intenciones. Esto marca un punto de inflexión en la táctica de dominación yanqui para la región, cuya magnitud ha pasado desapercibida para la mayor parte de la izquierda latinoamericana.

El cambio táctico tiene una serie de ventajas para el Imperio: primero que nada, libera a los EEUU de presiones diplomáticas internacionales ante su creciente unilateralismo, al velar la acción tras una “fachada humanitaria”, convenientemente adornada con fuerzas multinacionales al mando de la ONU; así, la agresión imperialista no es vista como un acto unilateral, de parte de los EEUU (o como un acto de neocolonialismo francés, para su defecto) . La anterior idea es reforzada, no sólo por la presencia, sino que por el “liderazgo” –al menos en el papel- de tropas latinoamericanas en la MINUSTAH (fuerzas de ocupación de la ONU); así se evitan acusaciones de imperialismo y se trata de mostrar que es una operación conjunta con países de esta “hermandad” latinoamericana, incapaces ellos mismos de perpetrar acciones “imperialistas”. Segundo, esta nueva modalidad de dominación e intervención aparece en momentos en que los EEUU se encuentran empantanados en Medio Oriente, con una situacion que se les escapa más y más de las manos, no sólo en Irak, sino en toda aquella región. Los EEUU están perdiendo su guerra por la hegemonía en esas latitudes. Ocupados como están por esos lados, lógicamente su capacidad de presión sobre América Latina se ha relajado, con la consecuencia de que su capacidad de respuesta a transformaciones políticas y sociales “no deseadas” en nuestras tierras, es mucho menor que de costumbre. Por ello, han debido recurrir a la gentil ayuda prestada por las obedientes oligarquías sudacas, ansiosas de servir al amo en momentos en que éste las necesita para compensar sus fuerzas perdidas.
Las implicancias de este viraje táctico son evidentes: el riesgo más grave es que de aquí a futuro podemos temer que fuerzas militares latinoamericanas sean utilizadas en labores de “estabilización regional”, vale decir, en acciones favorables a los intereses yanquis, en aquellas zonas que hoy se presentan conflictivas para la hegemonía de los EEUU. Usar a Haití como un “laboratorio” para probar este viraje resulta “económico”: tiene un Estado muy débil, es un país reventado por el peso de su deuda externa, sofocado en sus problemas sociales, sin ejército, etc. (Aún así, “económico” como parezca, han sido incapaces de doblegar el espíritu en los barrios populares de Ayití.) Más allá de ciertos problemas específicos, la fórmula ha sido relativamente exitosa –se ha establecido la ocupación y ésta aparece, en los medios internacionales, como un “ejemplo” de acción multilateral desinteresada y humanitaria. Cabe preocuparse de que el día de mañana trate de aplicarse la misma fórmula a Bolivia, Venezuela, Colombia o cualquier otra piedra en el zapato que pueda surgir a los gringos. Aceptar, aunque más no sea por omisión, la ocupación de Ayití, sienta un pésimo referente, abre las puertas para que esta clase de intervencionismo se repita, eventualmente, a futuro en algún otro país de la región y legitima la acción mercenaria de los ejércitos latinoamericanos, dándole un halo de moralidad (“menos mal que no son los yanquis”).

Los anarquistas y Ayití


Al contrario de lo que podría esperarse por el rol protagónico que nuestros países han tenido en la intervención y por la evidente importancia regional que ésta reviste, el rol de los anarquistas latinoamericanos en campañas de solidaridad con el pueblo ayisien y de denuncia en contra de la ocupación, ha sido mas bien magro. Cabe destacar el esfuerzo realizado por los compañeros argentinos de OSL de editar un folleto y algunos artículos en su órgano de prensa (EN LA CALLE) denunciando la intervención en Haití, y el de algunos libertarios en Chile, como la OCL, con algunos murales alusivos al tema y haciéndose parte de la convocatoria de protesta solidaria internacional del 30 de septiembre del año pasado; igualmente, compañeros de esta organización, así como del FeL y del grupo anti-militarista Ni Casco Ni Uniforme, han levantado un pequeño comité de solidaridad con Ayití, que se ha limitado a una actividad de volanteo e información con ocasión de la jornada internacional de protesta, y que piensa desarrollar algunas actividades de divulgación a futuro. Nada de esto es menor, pues pese a que la actividad carezca de sistematicidad y consistencia en el tiempo, al menos ha representado un gesto que rompe el silencio monolítico de la izquierda criolla en nuestros países . Si bien estos esfuerzos deben ser destacados, hay que decir que aún son insuficientes y que podría hacerse mucho más y, aún, que tenemos la responsabilidad moral de hacer sentir más fuerte nuestra voz de oposición.

Se ha señalado que una de las razones por las cuales no se ha desarrollado más actividad solidaria es la escasa presencia del tema en los medios, con lo cual, el tema no se ha instalado suficientemente en la opinión pública. A lo que hay que sumar el hecho de que cada vez que aparece alguna noticia de Haití en los medios de comunicación es desde un prisma absolutamente parcial y hasta fantasioso, sobre el “gran bien” que los “nobles” militares chilenos están haciendo a ese “desafortunado” país –guardándose muy bien de informar sobre cuestiones referentes a derechos humanos o incluso de algunos de los antecedentes para la invasión que servirían para tener una visión cabal del proceso político de ese país. Debido a lo último, lo poco o nada que la opinión pública maneja del tema haitiano está basado en una visión sumamente parcial, desinformada, y que por lo mismo, suele ser bastante favorable a este gesto “humanitario” del gobierno chileno. Este hecho, en lugar de justificar mutismo o una actividad insuficiente sobre el tema, requiere, antes bien, duplicar, triplicar las acciones dirigidas a informar del panorama social en Haití. Esto significa que debemos ser capaces de instalar nosotros temas en la “opinión pública”, ser capaces de plantear problemas, o al menos, de ir desde ya apuntando a consolidar esta capacidad. Si el movimiento popular ha podido instalar cuestiones como el problema habitacional o de la educación en Chile, bien debemos tratar de instalar el problema de nuestra participación en la ocupación imperialista de Haití. Esto nos enfrenta a un gran problema del movimiento libertario, que es necesario resolver, pues, a fin de cuentas si nos hubiéramos sentado a esperar que el problema de la educación estuviera instalado en la nebulosa “opinión pública”, quizás no habría ocurrido la “Revolución Pingüina” de mediados de año. Y más aún, al paso que van los medios de comunicación, pronto no nos quedaría más tema al que hacer referencias que a los chismes de farándula.

Haití: barómetro del imperialismo en América Latina


Si hasta la fecha no se ha desarrollado una campaña de solidaridad más sistemática, creo que no se debe a una cuestión de si el tema está instalado o no, pues hemos apostado decididamente a instalar otra clase de problemas ignorados por los medios en el pasado. Más bien creo que se debe a una comprensión insuficiente de la importancia del tema. Prueba de ello es que, pese a que la OCL-Chile es una de las pocas organizaciones sudamericanas que se ha pronunciado sobre la ocupación de Ayití, en sus sesudos análisis de coyuntura (ver UNIDAD desde la lucha, número Mayo-Junio del 2006) no se hace absolutamente ninguna mención a la ocupación haitiana, como si eso fuera algo “ajeno” a la coyuntura nacional.

Me pregunto si un análisis de coyuntura de una organización anarquista norteamericana pudiera dejar de lado la ocupación de Irak para estar completo (y me pregunto qué caras pusieran los anarquistas criollos si tal cosa ocurriera). Ciertamente que no, y cualquier anarquista estaría de acuerdo en esto. Pero parece que en nuestro caso, resultara más conveniente o fácil ignorar nuestra participación directa como mediadores de una agresión imperialista -después de todo, seguimos creyendo que los países del Tercer Mundo parecieran sólo ser víctimas pasivas del imperialismo y por tanto la participacón de nuestros gobiernos en la ocupación debiera ser vista como un hecho menor.

Ese silencio ante el problema ayisien de la mayoría de los libertarios y esa “omisión” de una organización que, pese a todo, se ha posicionado frente al tema (aunque aún lo visualice como un problema aislado en medio del Caribe), no es una mera coincidencia: refleja, por una parte, una falta de comprensión de la coyuntura así como de la importancia que tuvo el hecho de la ocupación, y por otra parte, refleja una visión estancada, rancia e insuficiente del imperialismo, heredada de la época del frentepopulismo, en la cual los países del Tercer Mundo son entendidos como meras víctimas del imperialismo, y no como agentes activos de éste en una red sumamente compleja y dinámica de lealtades e imposiciones. Nuestros países no son meras víctimas del imperialismo, y éste no podría existir sin el consenso de las clases dirigentes: lo que muestra el caso haitiano, es que estas clases dirigentes tiene un rol que va mucho más allá de un pasivo consenso y adoptan posiciones activas en defensa de los intereses del Imperio, como mediadores, posición que en este caso ha traspasado las fronteras y ha adoptado un plano hemisférico.

Y es quizás a este nivel, al nivel de la comprensión de las nuevas formas que el imperialismo adopta en América Latina, donde yace la importancia fundamental de la cuestión haitiana para los anarquistas latinoamericanos –más allá incluso de nuestro sentido fundamental y humano de solidaridad con un pueblo golpeado salvajemente. No basta con simplemente mencionar a Ayití en nuestras declaraciones como un punto más que puede ser sacado o incorporado sin afectar su contenido en absoluto; no basta con manifestar nuestra solidaridad, aún cuando sea de la forma más sincera, frente a la crisis haitiana; lo que no hemos llegado a comprender del todo, es la real importancia que este nuevo paso del imperialismo en América Latina ha de tener para el conjunto de nuestra política. Ayití debe ser incorporado como un auténtico paradigma en nuestras categoría de análisis; Ayití debe ser comprendido como parte integral de nuestro análisis regional, para poder efectivamente captar su significado preciso y cómo refleja (y afecta) los balances de poder regionales y las tácticas de penetración imperialistas.
Si bien es fundamental llamar por el retiro inmediato de nuestras tropas; si bien es imprescindible seguir las tareas de solidaridad con la causa ayisien y tendiendo la mano abierta y generosa a nuestros hermanos; si bien es importante denunciar y dar a conocer el sufrimiento del pueblo ayisien, así como el costo que estamos pagando (vía nuestros impuestos) por esta agresión imperialista, es sumamente importante que le tomemos el real peso político a la intervención, para captar realmente hacia donde va el imperialismo en América y cómo está operando hoy en día. Pues, a fin de cuentas, la solidaridad con Ayití es indisociable de una lucha decidida y resuelta en contra del imperialismo en cada rincón de nuestra América Morena, partiendo por casa.

José Antonio Gutiérrez Danton


Agosto del 2006


(Publicado originalmente en la revista chilena "Hombre y Sociedad", Segunda Época, no.20, Fines del 2006)


Murales de OCL en Valparaíso solidarizando con la lucha del pueblo ayisien
Murales de OCL en Valparaíso solidarizando con la lucha del pueblo ayisien